EL CARNAVAL DE ANDALÚ Capítulo 5 Raquel la fiel.
Raquel es
deseada por todos todo el tiempo y casi todos sacian sus ganas de ella en
cualquier momento pese a ser una mujer casada. Treinta años firmes, bailarines,
alegres e invitadores. Su esposo Don Mauro lo sabe y no tiene en miras
complicar las actividades, el disfruta del amor que ella le da y de poder mirar
su cuerpo todos los días acostándose en su cama placeres que sólo tiene él.
Además del placer mayor, en
Raquel es muy
feliz así, ella vive los festejos, bailando, enamorando, seduciendo y
entregándose enteramente al hombre que ama.
El desfile
está en marcha las calles oscuras como pocas veces, la luna nueva aporta desde
lejos a la excitación de las danzas. Como tantas veces su cuerpo brilla dejando
a su paso una estela de jazmines que marca su presencia a ciegas. Es el último
desfile de este año, las propuestas, caricias, los besos en su boca han sido en
cantidad iguales a la de todos los años. La descarga sexual con su amor al
finalizar las noches han sido la coronación que ella deseaba.
Unos dedos
firmes la dan vuelta y un beso firme, sensual, la conmueve. Busca con sus ojos
al responsable pero la noche se lo oculta, mientras respira agitada de baile
las manos la toman del pelo y la empujan para adentro de una boca que la vuelve
a devorar llena de deseo, siente que sus piernas tiemblan y responde a esa boca
que llena su cabeza de ideas. Suelta la boca, suelta su pelo se da media vuelta
y sigue bailando. Otra vez los dedos, esta vez más duros la vuelven a dar
vuelta, pero el viento en la cara le indica que no hay nadie frente a ella.
Siente la misma firmeza de sus dedos pero esta vez en una lengua justa, deseosa
que la obliga a recostarse en una pared fría contrastando a su piel. Se apoya,
mareada, aceptando vencida el calor de otra piel, toma con sus manos esa
cabeza, ésos largos cabellos ondulados. Se vencen sus rodillas y se ofrece
completa sobre los adoquines a esos besos que siente latir en su vientre.
Asumiendo que no quiere la huída le pide un poco más y nota que eso es lo que
se le está ofreciendo bajo su corto y transparente vestido blanco que la
incomoda. Es muy corto el tiempo que pasa entre sus pequeños temblores y el
espasmo mayor, el último que no la deja respirar mientras su cuerpo suelta su
baile, su deseo, su realidad entera en aquellos labios. Mientras siente que
vuelve a estar sola, recupera el aliento sin abrir los ojos, tirada en el piso.
“Igual esto no cuenta” le susurra al oído una voz. Ella ríe relajada y abre los
ojos sin encontrar a nadie, la comparsa hace sentir su camino a lo lejos y ni
siquiera los pasos de los besos crean un pequeño sonido. Vuelve a sonreír, ama
la realidad, sabe que la voz estaba equivocada, eso si cuenta pero no le
importa. Deseó tanto que esos besos se repitieran hasta hacerle perder el
equilibrio, hasta hacerle tirar la promesa a su amor en cada momento que esos
labios pasearon el interior de su cuerpo. Se para lentamente, ya la comparsa no
se escucha ni ella quiere bailar, vuelve a su casa, necesita de su cama para
soñar antes que vuelva Mauro, hoy sólo será dormir en su pecho. Sabe que tendrá
un año para buscar esa voz, esos labios, esa lengua, esa firmeza. Aunque
presiente que ni ella lo hará, ni los besos aparecerán hasta la próxima
realidad. Asume también que tampoco ella el año que viene abrirá los ojos si la
voz no se lo pide y espera que no lo haga, así será mucho mejor para las dos.
I.S.S.
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