El Escritor (Segunda Parte)

- ­¡Tenés el revólver tirá!

Antes que el disparo hiciera eco en aquél lugar, escuchó la puerta que se abrió tras él y los pasos que le dijeron que todo había terminado.

Abrió los ojos después de haberse sentado en la cama. Algo lo había hecho quedarse un segundo más, quizás el que necesitaba para saber si había disparado o no, o mejor aún, saber quién tras de él había entrado a aquél lugar dejándole la tristeza de hacerle más difícil el disparo.

No era fácil matar a un hombre y menos, ante la presencia del público. Siempre odiará al público, escribe para él pero siempre lo odiará y encima en este, su último sueño, alguien como público le arrebató las ganas de hacer justicia de forma tan primitiva como justa.

Se sentó en la mesa, tenía tanto para escribir, haría como todas las veces, primero repasando el sueño a grandes rasgos y luego, empezar con los detalles que quedarán vivos en su interior con la tranquilidad, de que lo que tiene que ser escrito se escribirá. Buscará la forma a lo largo de su día para aparecer.

Por ahora escribir, sólo escribir. El pedido del supermercado llegará como siempre a las once de la mañana. Deberá hacer lugar en la heladera, no ha comido mucho y no lo precisa por estos días ya lo sabe. Tiene que presentar un trabajo en dos semanas y lejos están sus letras de ser algo que mínimamente valga la pena, como para perder siquiera cinco minutos de vida.

“Sueño de Aureliano, 28 de abril 2020”, comienza a escribir.

Siempre le importaron esos pequeños datos, que a fin de cuentas no le sirven más que para vanagloriarse, para recorrerlos cuando esos sueños pasen a ser verdades o al menos, bases de verdades que luego escribirá.

 

Termina de escribir tres hojas sin parar, sin pensar, sólo recordando el sueño. En un rato lo volverá a leer y ahí lo dejará, probablemente no lo toque más. Quizás en alguna mudanza se encuentre con esas cuadernolas y se asombre de como esos escritos, para algo le han servido.

Suena el timbre, atiende el portero eléctrico.

- ¿Aureliano?

- Si.

- Pedido del supermercado.

- Ya le abro.

Le pareció que hoy el muchacho había llegado antes de tiempo.

- ¿quiere revisar el pedido?

- No no, dejá quieto no hace falta. ¿Hay alguna promoción en lo que pido?

- No señor, todo sin novedades por ahora.

- Bueno muchas gracias, nos vemos el sábado entonces.

La puerta se cerró y el eco le recordó que debía terminar el trabajo. Ahí el dueño del mundo es él. El enojo con la editorial, que parece un monstruo insaciable, que le pide, le pide, le pide, le pide que le mande los bocetos nuevos. Le pide que le vaya diciendo ideas de lo que piensa escribir después que les entregue ese trabajo que aún no ha entregado, y así es su vida.

Hoy tampoco va a cocinar. A lo sumo cortará un tomate y picará una cebolla. Piensa en el menú y se ríe, hace un tiempo lo hubiera descartado por el aliento que luego le quedará. Hoy Aureliano se saca las ganas. Se ríe. Le sigue dando vueltas el sueño: ¿de verdad lo habría matado? Piensa que no, pero se queda mirando una forma en la pared, la pintura que empieza a levantarse, malditas casas viejas.

 

Hoy se despertó asustado sintiendo que lo iba a hacer, repitiendo en su cabeza el momento, el corazón empieza a palpitar, sus manos sudan como si tuviesen el arma, suena el teléfono.

Mira con desgano. Casi no atiende. Su mundo se estaba empezando a armar, pero ese mundo también dependía de esa llamada. Atiende. Es de la editora.

- ¿Hola si? ¿con quién hablo?

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