El escritor

 El está dormido, no quiero decir que se acaba de despertar no, estoy hablando de que anda en la calle dormido.

En algún momento de su vida se apagó y se dedicó a repetir acciones y así anda, quizás salvado porque los que con él viven, también duermen y repiten acciones o quizás, eso le gusta pensar para seguir repitiendo acciones sin criticarse mucho y sin sentir esa ansiedad, de tener que hacer.

Así que se puede decir que el anda dormido, sabe que está dormido, pero se ha buscado una excusa genial para seguir dormido.

Él, que puedo ser yo porque en definitiva soy el que escribe y nadie que escribe puede hablar sobre algo que no es, está queriendo salir de ahí o de volver, a los tiempos en los que recuerda estuvo despierto o al menos, con perspectivas y haciendo cosas que lo motivaran.

Pero sabe también, que nunca volverá a eso porque es un hecho que esas cosas, ya no lo motivan.

Ha ido quemando con determinación y paciencia absoluta todo atisbo de ganas que le han surgido, como alguien que hace crecer un bonsái sabiendo de antemano, que contra su naturaleza, debe usar esa fuerza de crecimiento para hacerlo más pequeño o al menos, dejarlo chato.

Entonces ha ido perdiendo ganas, ideas o mejor aún, ha ido teniendo más ideas que nunca para de desarrollarlas, entusiasmarse, hacerlas brillar y entonces, poco a poco, desanimarlas, sacarles día a día sus perspectivas, protegerse de ellas sabiendo por donde están habitando y entonces, matarlas de a poquito.

Se detiene, me detengo, no lo escribo y pienso ¿no será que siempre fue así?

Pero también siente que si fuera tan así, no estaría vivo, ¿cuánto puede vivir alguien matándose día a día? ¿hay una posibilidad de que eso ocurra?

Me río, sabe que no, la vida siempre encuentra caminos, respiros, ilusiones, tanto, como la muerte.

¿En realidad la vida pelea por él? demasiadas preguntas para un sábado de tarde, demasiada soledad para aguantar tanto análisis sin la contraparte, sin nadie que lo saque de ese lugar porque ese lugar es peligroso y nada más.

Todo tiene que tener una explicación se dice, mientras sigue hurgando en su vida, escribir es un cabo suelto que por ahora no quiere tocar, se vuelve a reír, sabe que, a lo que verdaderamente le da vida no lo toca.

Quita lo otro, las ramas, las molestias, el poco tiempo de su vida. ¿Vivirá mucho tiempo? ¿cambia en algo eso? ¿qué haría si supiera que muere mañana? Seguramente lo mismo, hace mucho que está viviendo para esperar a la muerte tranquilo, sin dolor por lo que ella se lleve. Si, por eso es que se ha dedicado a no vivir, por eso se ha dormido, tiene miedo de vivir, por eso le escapa a la ilusión y cuando siente que ella está queriendo entrar en sus lugares, tapa todo, se arrincona, llora, busca excusas, echa la culpa a los demás, se les pone a solucionar sus vidas cualquier cosa, que no sea tocar con su vida los minutos que respira.

Además de eso no hace mucho más, el celular lo salva de ponerse a pensar más cosas, el celular y su hijo que le sirven de excusa para quitarse de las luces. Para volver a ser eso lleno de miedos y reparos que no tienen ningún sentido pero que justifica una y otra vez. Ahora lo está volviendo a hacer, tenía que explicar quién era y sólo habló de las cosas que no hace ni hará pero con una diferencia, cuando lo escribe, lo empieza a sentir de otra manera y le dan ganas de vivir y empieza a justificar los sueños. Por eso lo quise atrapar en éste momento, en el que cuenta los números para llegar a un trabajo y nada más, está llegando, quedan apenas un par de renglones.

Por hoy, se le prendió el alma de nuevo ya está, mañana será otro día, hoy la escritura le ganó de nuevo pero él, ya sabe como cortarla.


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