Uno dos
tres cuatro cinco, cumplía su rito de caminar por el pueblo alrededor de las
ocho de la noche. Sólo caminaba con la mente en blanco veintiséis, veintisiete,
veintiocho. El primer desfile del año de la Realidad estaba por empezar y para él era el
momento ideal en Andalú. Todos en sus casas se preparaban mientras un inquieto
silencio previo a los cantos, las danzas y las miradas cargadas de palabras,
anunciaba que lo mejor del año estaba cerca.
Respiró
profundo, desde chico sintió que el mar traía olores nuevos a cada momento,
sólo había que estar atento, sonrió, dos, tres, cuatro. Mientras pensaba que su
inconsciente sabía cuantos pasos iba dando un olor húmedo invadió la calle que
se tiraba hacia el mar en cuentagotas, en pequeños pasillos que desviaban su
atención, tomó cualquiera. Cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, ¿y si fueran
ciento veinte? bueno, ciento veintiuno, ciento veintidós, ciento veintitrés. A
los setenta y cinco largas inspiraciones detiene el conteo, una pareja le deja
paso sólo para pasar de perfil pero también para volver sobre sus pasos. Ella
está apoyada en la pared abrazada con los pies a la cintura de él, un festejo
de Realidad adelantado pensó para sus adentros. Eligió seguir mientras giró su
cuerpo para quedar de frente a ella y tras la espalda de él. La mirada de ella
es hermosa, fría, desafiante, dominante, feliz. Le recuerda la primera vez que
miró a su pareja en aquella Realidad seis años atrás. Las respiraciones de los
dos son apuradas igual que los besos y las decididas caricias, todo es apurado,
el comienzo de la Realidad
obliga la presencia de todos en una hora. Las uñas de ella se incrustan en la gruesa
espalda del hombre que de ojos cerrados gime y besa los labios muy rojos aún sin
pintar. Le resulta imposible no detenerse aunque sabe que debe seguir, que no
está haciendo lo correcto. El deseo lo paraliza, mira de nuevo ésos ojos, debe
seguir, respira profundo pero ahora el olor es distinto y casi no le importa,
la vuelve a mirar, ahora el desafiante es él. Ella sigue con lo suyo, sabe de
su obligada partida, nadie lo invitó. Él, hace lo que corresponde y sin mirar
atrás vuelve a respirar hondo, el mar vuelve a ser olor, uno, dos, tres,
cuatro, cinco, diez, quince, en cuarenta y cinco minutos comienza la Realidad. Tararea
las primeras canciones, recuerda, ríe, este año va a ser muy bueno. Vuelve a vivir
la escena mientras inspira hondo. Piensa en la similitud de las miradas, no
puede afirmar si es por el carácter de las personas ó todos en situaciones
similares nos igualamos. Lo cierto es que esa mujer tenía mucho de su pareja en
ese momento ó en aquél momento hace seis años. El lunar en el mismo lugar bajo
el muslo izquierdo y esos ojos hablándole desde el conocimiento de su alma. Las
uñas clavadas en la espalda con el mismo color que ella se había puesto en la
tarde, ése color salmón que emparejaban sus ojos mientras le decía lo feliz que
se sentía con él. La mirada, los labios, la piel, las uñas, el color, y ese
perfume cuando inspiró que sólo ella sabía preparar. Sí, hace seis años podía
haber sido ella y en ése momento también. Ocho y cuarenta debía volver a su
casa, el pueblo comenzaba a tener su preparación en las calles, Doña Raquel
empezaba a cantar con más volumen y Don Silvio comenzaría a apagar los
candeleros. El primer desfile de la
Realidad estaba por empezar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete...
I:S:S:
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