A mí me gusta el tango.

A mí me gusta el tango le dijo él, caminaban al borde del agua rumbo a un sol que parecía querer aparecer. Ella pensó en el mar pero no, estaban en una orilla de cemento junto a un río encausado entre hormigón.

Claro, a él le gusta el tango, está cómodo acá en la ciudad, no podremos salir de veraneo. Sonrió imaginando su cara triste en el verano alejándose de la ciudad, de sus bailes, por quince días a un lugar, más cerca de la meditación que del cigarro, el baile y la bebida.

Pero ¿qué estaba haciendo viajando así en el tiempo? Recién se estaban conociendo y el diálogo esperaba la continuación que ella le podía dar. 

El tango dijo, y fue como si hubiera evocado mil fantasmas, mil ciudades, mil muertes y muchas más vidas. 

¿Y qué es lo que te gusta del tango? Pero se quedó en la y, antes de decir el resto se calló, era una pavada sacar ese tema. A él le gusta el tango ¿y qué? era a ella a la que le incomodaron esas palabras, él le dijo sólo que le gustaba el tango. Venían de estar allí, en aquél lugar donde lo vio bailando y confundiéndose en la pista como si alrededor de él existiera un mundo pequeño que lo incluía junto a su momentánea pareja. De hecho esa noche ella había estado ahí, sintió como era separarse del mundo, todo aquello se ajustaba a lo que él le ofrecía y allí adentro, si bien la música era lo más importante en el medio, entre ellos, gemía un silencio, una lástima, una risa, una excitación. 

Como nunca se sintió caliente sin que le tocaran una parte íntima. Si, hizo el amor mientras bailaba a la vista de todos, en el medio de todos y a los costados, casi rozando las mesas de gente que sentada los miraba. Miraban a todos pero ella en esos momentos sentía vergüenza. Era muy evidente y sin embargo, tenía la seguridad que todo quedaría como en un secreto de todo aquél antiguo local que sabía de tangos. Podía jurar que en esos momentos ellos se convirtieron en fantasmas, cuando él apoyaba el muslo en el muslo de ella para marcarle una figura, ahí se rompió el tiempo y quedaron ahí para siempre, como si toda su vida hubiese estado en ese lugar sudando un baile que apenas conocía, mientras se agitaba y se sentía parte de algo que estaba ahí, esperando por ellos. 

Todavía no había completado su diálogo, estaba perdida, los recuerdos, el futuro y el presente eran demasiado para ella en esos momentos. Seguían caminando, su casa estaba cerca y como los tangos, su encuentro se terminaba rápidamente. Lo miró para que quedara algún final, pero sólo pudo encogerse de hombros reconociéndole que estaba sin palabras. 

¿Viste? le contestó él y la besó en los labios mientras ella, sonreía oculta.

 

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